Un aristcrata portugus lega su fortuna a 70 titulares del listn telefnico
Sus vecinos le recuerdan como un hombre feliz y algo excéntrico, y coinciden en que era un apasionado de la lectura y la música, al que nunca le importó dilapidar año tras año, uno tras otro, los bienes que había recibido de sus padres. Pero lo que no sospechaban sus conocidos era que hace 13 años le había comunicado a su notario que deseaba repartir lo que quedase de su fortuna después de su muerte entre 70 titulares del listín telefónico.
La oficial de la notaría todavía recuerda aquel día en que Luis Carlos de Noroña redactó el sorprendente testamento: "Me pidió la guía telefónica y comenzó a escoger nombres al azar. El notario le hizo varias preguntas para verificar su estado de salud mental, pero Don Luis era muy consciente de sus actos". A Helena, una mujer de 70 años a la que le corresponde una septagésima parte de un piso de diez habitaciones en el centro de Lisboa, una casa en Guimaraes, al norte del país, un coche y 25.000 euros en metálico, no daba crédito a la noticia cuando recibió la llamada en la que le comunicaban la buena nueva: "Tuve miedo, porque pensé que se trataba de una estafa". Pues "ni estafa ni locura -insisten sus amigos-. Con 42 años recién cumplidos, Luis Carlos estaba en la flor de la vida... Siempre nos sorprendía con sus ocurrencias literarias".
De Julio Verne a Ernst Lubitsch
Quién revise los estantes de su biblioteca -aún falta por dilucidar cuál de los 70 afortunados heredará la joya más personal del legado- podrá comprobar hasta qué punto Luis Carlos pertenecía a esa especie de hombres exquisitos a los que les gusta programar su vida a la medida de las artes. Una vez localizado el ejemplar de El testamento de un excéntrico, aquella deliciosa novela de Julio Verne en la que un millonario de Chicago legaba su fortuna al ganador de un juego de La Oca que tenía como escenario la geografía de Estados Unidos, debería seguir buscando hasta localizar la obra que dio origen al testamento: en la "dvdteca" encontrará a buen seguro una divertidísima película dirigida por Ernst Lubitsch en 1932: Si yo tuviera un millón. Su argumento es clarividente: "Un magnate decide dejar su fortuna a gente que la necesite más que sus herederos colaterales. Una mañana llama a sus abogados y elige al azar del listín telefónico a los afortunados" ¿Les suena?
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