La princesa Margarita y su amor imposible con Peter Townsend
Ella era la hija del Rey de Inglaterra y él un héroe de las fuerzas aéreas británicas, el capitán en quien confió su padre, Jorge VI, para convertirlo en su caballerizo. Peter Townsend podría haber sido un perfecto candidato para casarse con la princesa Margarita -o casi perfecto, ya que le faltaba el linaje real o aristocrático- de no ser porque era un hombre casado 16 años mayor. El nombre de este Capitán del Ejército vuelve ahora a la actualidad despues de que la serie The Crown haya revivido este amor prohibido en su quinta temporada al recordar su reencuentro en 1992.
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Para entender esta historia tenemos que ponernos las gafas de la década de los 50, cuando su hermana, Isabel II ya era la monarca y se descubrió su romance. Era un nuevo escándalo para la Corona con el que tuvo que lidiar la joven Reina después de la abdicación de Eduardo VIII. Ahora, los Windsor atesoran un largo historial de divorcios, pero por aquel entonces, la iglesia británica no permitía a los divorciados contraer segundas nupcias a no ser que hubieran enviudado, de manera que la separación del Capitán y su esposa no arreglaba en absoluto la situación.
Su historia de amor comenzó en 1947, cuando la Princesa contaba tan solo con 17 años, pero salió a la luz unos seis años más tarde. Los primeros rumores comenzaron a circular en la misma coronación de Isabel II cuando las cámaras captaron un cariñoso gesto de la hermana de la Reina al militar. En 1953, Townsend se divorció de su mujer para pedirle matrimonio a la Princesa. La pareja ya no se escondía y su romance hizo las delicias de las revistas de la época. Quienes no vivían con tanta devoción esta historia era tanto el Gobierno británico como Buckingham. Recordemos que la Reina es también la máxima autoridad de la iglesia anglicana y sus preceptos en cuando al matrimonio eran claros.
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Aunque a Isabel II le pudo la debilidad por su hermana y nunca llegó a oponerse frontalmente matrimonio, eran muchos los factores en contra: el Gobierno, la Iglesia y la prensa conservadora que veía ese matrimonio como una afrenta a la tradición. Después de dar varias patadas hacia delante al asunto, instando a su hermana a retrasar el anuncio de su compromiso, la princesa Margarita emitió un comunicado en 1955, justo cuando se esperaba que renunciara a sus derechos dinásticos por amor, algo que con el precedente de su tío, Eduardo VIII, no resultaba en absoluto descabellado.
La emisión se interrumpió en las radios y televisiones para leer las palabras de la hermana de la Reina: "Me gustaría hacer saber que he decidido no casarme con el capitán Peter Townsend. He sido consciente de que, sujeto a mi renuncia a mis derechos de sucesión, podría haber sido posible para mí contraer un matrimonio civil. Pero consciente de las enseñanzas de la Iglesia de que el matrimonio cristiano es indisoluble, y consciente de mi deber con la comunidad, he decidido poner estas consideraciones antes que otras. He tomado esta decisión completamente sola, y al hacerlo he contado con el apoyo y la dedicación inagotables del Capitán Townsend".
Con estas palabras acababa la historia de amor imposible de la princesa Margarita y el capitán Townsend, al que, no obstante, el primer ministro Winston Churchill ya había trasladado a Bruselas como agregado aéreo un tiempo antes. Ya sea por el sentido del deber, la distancia, o el miedo a las consecuencias de un matrimonio en contra de todo y de todos, el caso es que sus caminos acabaron separados. Poco después, en 1959, el que fuera caballerizo de Jorge VI se casó con una mujer belga, Mari-Luce Jamagne, 25 años menor. Por su parte, Margarita de Inglaterra contrajo matrimonio en 1960 con el fotógrafo Anthony Armstrong-Jones, con el que tuvo dos hijos y del que se separó en 1978. Fue el primer divorcio de un miembro de la familia real británica.
No fue hasta 1992, el famoso annus horribilis de Isabel II, cuando tuvo lugar el reencuentro de la pareja en el palacio de Kensington. 40 años después de su ruptura, la Princesa y el Capitán coincidieron en un almuerzo en el que se dieron el epílogo que faltaba a su historia.
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